
Hace ya unos años que cambié mi vida de la isla por la de la Península, pero sigo considerando a Mallorca como mi casa. Amigos y familiares que siguen allí y a los que suelo ver, ya sea por viajes de trabajo o de placer, me hacen no haber perdido nunca esa sensación. Esta vez tocaba volar para correr la Maratón de Palma. En el mismo lugar donde empecé a dar mis primeros pasos en el mundo del running y en el que mis rodillas se sometieron a la huella del bisturí. No había vuelto a hacer una carrera allí desde hacía mucho, solo había salido a entrenar unas cuantas veces y tenía una espinita clavada. Volver a casa para correr la maratón de Palma, me parecía casi una deuda histórica.
Así que el domingo volvimos, mi amigo y alumno Carlos y yo, a juntarnos delante de una nueva línea de salida para recorrer los 42,195km de la Maratón de Palma. Dos vueltas a un circuito con dos partes muy diferenciadas: el Paseo Marítimo y el callejeo por dentro de la ciudad. El día fue de mucho calor y sobró sol (sí, a mitad de octubre sobró el sol). Pero también sobraron varios kilómetros del Marítimo. Era el tramo que más temía y no defraudó. La verdad es que el asfalto es de los que se clavan hasta la médula, por mucho que uno tenga las plantas de los pies acostumbradas a correr descalzo. En ese tramo (3 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta, que se iban a repetir en la segunda vuelta al circuito), uno piensa que es un mal sitio para no llevar zapatillas. Hay que reconocer que correr descalzo es un auténtico placer, pero hay momentos en los que unas huaraches se hubiesen agradecido. Eso te hace ralentizar el ritmo, sumar sufrimiento a un cuerpo, que al final, lo tiene que acabar pagando.
La parte del callejeo por dentro de la Ciudad es realmente bonita. El centro de Palma lo han arreglado mucho y el suelo, entre adoquines y baldosas es muy cómodo para correr descalzo, aunque el desgaste de antes se siga notando. Durante la segunda vuelta, las calles estaban llenas de corredores que habían acabado las otras pruebas (10k y media maratón) y nadie dudaba en apoyar a los que estábamos haciendo la maratón. Por supuesto, la sorpresa era enorme al vernos los pies. El calor hizo bastante mella en el cuerpo, pero el resultado fue muy satisfactorio. Creo recordar que la última carrera que corrí en Palma, fue una que se organizó para llevar la antorcha olímpica de Atlanta 1996, de la que guardo con cariño la medalla que gané. Veinte años después, me cuelgo otra al cuello. Más sufrida eso sí, pero enormemente contento de haberla corrido descalzo. Porque al final, he encontrado una manera de correr que me ha permitido llegar a conseguirla.
Ahora toca refrescarse un poco y recuperar algo de fuerzas para el mes que viene, porque la Maratón de Valencia (la cuarta del año) está a la vuelta de la esquina. Todavía no sé si será mi primera maratón con huaraches o lo dejaré para otra ocasión. También quiero experimentar eso en mi cuerpo y, aunque sea un ferviente defensor del descalcismo, a veces no hay por qué ser más papistas que el Papa. De todas formas, seguiré corriendo maratones descalzo, sin duda.
Antes y después de correr la Maratón, nos entrevistaron para el video oficial de la carrera que emitió Teledeporte. Pudimos aprovechar la oportunidad para hablar del minimalismo y del correr descalzo.
Además, al día siguiente, la radio pública de Balears (IB3 Ràdio), quiso entrevistarme para saber cómo me había ido la carrera, entender un poco más sobre esta forma de correr y saber cuáles habían sido mis sensaciones al correrla descalzo.
Desde el programa "Feim Kilòmetres", Joan Martí y Mercè Valero, hacen un repaso semanal de las carreras de montaña, carreras populares, triatlones, ciclismo, alpinismo, escalada y senderismo que se realiza en las Islas y en la sección "El Xip de la setmana" pudimos hablar un poco de la Maratón de Palma 2017 que corrí en casa.