Cuando nos hemos ido a comprar unas zapatillas de correr, hemos buscado que fueran cómodas, estables, que nos protegiera los pies y que fuesen bonitas. Pero sobretodo, las dos características que hemos creído imprescindibles y, sin duda queremos, son: una buena amortiguación y un buen retorno de energía.
Y es que se supone que necesitamos algo que suavice el impacto del pie contra el suelo y algo que transforme ese impacto en energía que nos permita seguir avanzando.

Cuando vemos los ejemplos que los fabricantes de zapatillas utilizan para promocionar sus compuestos, vemos siempre imágenes bastante espectaculares. Podemos ver caer un jarrón chino desde 6 metros sobre uno de esos materiales y ver que no se rompe. O ver rebotar una bola de acero sobre otro compuesto pensando que nuestro cuerpo va a hacer exactamente lo mismo.
Pero la verdad es que nuestro cuerpo no es ni un jarrón chino, ni tampoco una bola de acero. No sólo no nos parecemos en la forma, sino que tampoco, en cómo nos comportamos. Y esto nos acerca a las lesiones
¿Y cómo se comporta el cuerpo?
En ningún caso somos objetos inertes como los que se utilizan en los ejemplos, ni actuamos de manera tan simple como lo hacen éstos. Como somos seres vivos, nuestro comportamiento es bastante más complejo.
Y aquí está el quid de la cuestión. Porque, ¿qué es lo que diferencia a un ser vivo de un objeto inerte? La capacidad de reaccionar. El ser vivo reacciona a todo tipo de estímulos desde que nace hasta que muere, para tratar de mantener en la medida de lo posible, las cosas bajo control. Es decir, mantenerse en equilibrio.
Toda nuestra vida y nuestra salud depende de cómo nuestro cuerpo es capaz de mantener ese equilibrio. La pérdida de ese control, hace que nos enfermemos, nos duela alguna parte del cuerpo, deje de funcionar bien algún órgano o que nos lesionemos.

Perdemos esa capacidad de mantenernos en equilibrio, cuando tenemos un exceso de estímulos o cuando estamos desensibilizados y cambiamos nuestro patrón natural de comportamiento. El exceso de estímulos nos agota y la desensibilización nos debilita.
Y aunque no sea muy evidente a simple vista, la amortiguación externa y el retorno de energía que nos aportan las zapatillas de correr nos desequilibra, de manera que nos acercan con más facilidad a la posibilidad de lesionarnos. Entonces, ¿qué es lo que no nos cuentan de las zapatillas de correr?
LA AMORTIGUACIÓN
La amortiguación es un sistema que permite repartir la fuerza que se genera en un impacto de manera más controlada, haciendo que aumente el tiempo en el que un cuerpo se mantiene frenando durante un choque. Cualquier contacto entre dos cuerpos es considerado un choque, así que, dependiendo de una serie de factores, podremos clasificar los impactos en más o menos violentos:
El tiempo que dura la colisión. Cuanto menor sea el tiempo, más violento será el impacto.
La velocidad que hay que reducir. Cuanta mayor diferencia de velocidad haya, más violento será.
Las características del sistema o compuesto que recibe el impacto. A mayor rigidez del sistema, más violento será el choque.
En lo que respecta a las zapatillas de correr, la amortiguación sirve para proteger a elementos no articulados y rígidos del pie, de un golpe violento y lesivo. Ese elemento no es otro que el calcáneo, el talón del pie.
El golpe del talón contra el suelo puede resultar extremadamente doloroso, por lo que, si vamos a apoyarlo en primera instancia, vamos a necesitar siempre un elemento amortiguador que suavice el impacto y evite las lesiones. Así se empezaron a vender las zapatillas de correr. Pero como empieza a saberse bien, el lanzamiento de la pierna y el apoyo posterior del talón por delante del centro de gravedad, provoca una deficiencia en la técnica de carrera, ya que la fuerza resultante del impacto es contraria a nuestro movimiento, es decir, nos frena. Esto nos resta eficiencia.
Ahora parece que la mayoría está de acuerdo en que el apoyo del pie debe ser con el mediopié, pero los fabricantes de zapatillas siguen manteniendo el exceso de amortiguación en la zona del talón y el drop sin estar justificado. Tendrían que reconocer su error y eso es siempre difícil de admitir.
Si no somos muy expertos o no hemos entrenado bien la técnica de carrera, es habitual que al llevar el pie tan aislado y con elementos que fueron diseñados para amortiguar el golpe del talón con el suelo, apoyemos esta parte del pie con bastante facilidad.

Y los problemas aparecen porque vamos a estar realizando un patrón antinatural a la hora de correr. Si nos quitamos las zapatillas y trotamos un poco, nos podemos dar cuenta de qué es lo que hace nuestro cuerpo. La zona del mediopié se apoya instintivamente y esta parte del cuerpo, no tiene la misma rigidez que el talón.
El arco plantar es una estructura muy bien articulada que permite soportar los impactos sin problemas (si la hemos dejado desarrollarse naturalmente, por supuesto), de manera que no necesita en ningún caso amortiguación.
Realizar un patrón antinatural genera tensiones en el cuerpo
Si nos cayéramos voluntariamente al suelo, no dudaríamos en apoyar las manos en primera instancia para amortiguar el golpe, sería nuestro patrón inconsciente de reacción. Pero si tuviéramos que impactar con los codos o con la cabeza, sí que sería importante protegernos con uno o varios elementos amortiguadores. El problema reside en que, aunque fuésemos protegidos en esas zonas, la caída voluntaria sobre estos puntos en ningún caso sería relajada. Otras partes del cuerpo se tensarían porque estaríamos modificando nuestro patrón natural de comportamiento.

A pesar de ir aparentemente protegidos, ese exceso de tensión que llevamos de manera más o menos inconsciente durante el impacto del talón en el suelo, nos acerca con más facilidad a la posibilidad de lesionarnos. No sólo en el punto del impacto sino en las estructuras que están soportando esa tensión: sóleos, tibiales, cuádriceps, etc.
También existe la posibilidad de que dejemos en las manos de las zapatillas de correr toda la responsabilidad y estemos absolutamente seguros de que nos protege. Eso significaría que el trabajo que tienen que hacer los pies es menor del que deberían hacer por su diseño y, siguiendo una máxima de nuestro cuerpo que dice que debe economizar los comportamientos, éstos se vuelvan más débiles. Y algo más débil está siempre más cerca de las lesiones.
¿Si cambio el apoyo del pie y sigo con mis zapatillas resuelvo el problema?
El cambio de apoyo indudablemente, reduce la posibilidad de lesionarse de manera significativa. Pero al llevarlo tan aislado, es más difícil saber si apoyamos el pie de manera correcta.
Aun así, la amortiguación de la zapatilla nos guarda otro pequeño secreto, y es que, apoyemos la parte que sea, nos desestabiliza y estresa mucho más de lo que, en principio, podemos imaginar. Esto se debe a las vibraciones que genera en el cuerpo.
LA VIBRACIÓN DE LAS SUELAS DE ZAPATILLAS NOS DESESTABILIZA
Durante el proceso de amortiguación, la suela de la zapatilla se va deformando hasta que ha parado del todo el impacto. Esto significa que la suela cambia de forma durante todo ese tiempo.
Antes comentamos que nuestro cuerpo tiene la capacidad innata y refleja de mantenerse en equilibrio y para ello, lo que hace es dar una respuesta a cada cambio que percibe. ¡Es lo que nos mantiene vivos!
Así que, cuando impactamos contra el suelo, el cuerpo va a reaccionar también y tratará de mantenerse en equilibrio, justamente para no caerse.
Pero como la zapatilla se deforma, el cuerpo va a estar dando respuestas a cada cambio que se produce en éstas. Durante cada impacto y proceso de absorción de las zapatillas, el cuerpo siente que la superficie sobre la que se apoya va cambiando, de manera que envía señales de reequilibrarse continuamente. Y esto nos hace temblar (aumentar el grado de tensión y de inestabilidad).
Si el suelo no se deformase, es decir, quitásemos el elemento amortiguador, para el cuerpo, la referencia de la superficie del impacto sería estable y con muchas menos respuestas podría resolver el apoyo y tener suficiente. Lo que permitiría economizar el esfuerzo. Así que lo que produce ese cambio de forma en la suela de la zapatilla es más estrés.
Vendría a ser como si entrásemos en una habitación a oscuras y de repente se diera la luz. Al principio nos costaría adaptarnos, pero al cabo de poco seríamos capaces de ver sin problemas. Nuestras pupilas responderían una única vez a ese cambio de luminosidad. Pero, ¿qué pasaría si alguien estuviera encendiendo y apagando continuamente la luz?
Que sería bastante molesto, ya que nuestros ojos estarían reaccionando constantemente a todos esos cambios de luz. Estos intentos de reaccionar para adaptarse que darían nuestros ojos, nos acercarían con más facilidad a nuestro límite de saturación, al agotamiento y, por lo tanto, a la lesión. En este caso a la lesión neuronal.
Y todas las respuestas de más que el cuerpo da a cada cambio de la suela amortiguadora de las zapatillas, nos acercan, sin lugar a dudas, al límite de saturación, al agotamiento y a la lesión muscular, tendinosa o articular.
Por supuesto todos somos diferentes y habrá quien pueda aguantar más que otros. Incluso puede haber quien no se vea afectado, pero la gran mayoría, más pronto o más tarde, lo acabará sufriendo en diferentes grados y zonas.
Así que la amortiguación de las zapatillas que creemos tan necesaria, bien analizada, nos produce algo de lo que no nos advierten: Nos desestabiliza, nos hace gastar energía innecesariamente y nos acerca a la lesión. Justo lo contrario de lo que anuncian. Y eso, no nos lo cuentan.
UN PEQUEÑO EXPERIMENTO
Hace unos meses realizamos una prueba con mi alumno Carlos en el que se ponía por primera vez unas zapatillas de correr. Él nunca había corrido hasta hace dos años que empezó a entrenar conmigo. Desde entonces, siempre lo ha hecho descalzo por asfalto y con huaraches por montaña y ya ha corrido dos maratones. Queríamos ver qué sensaciones tenía alguien que no tenía los pies desensibilizados al llevar unas zapatillas de correr. Las conclusiones van en la línea de lo que habéis leído en el artículo.
LEE TAMBIÉN...
En el siguiente artículo hablaré de la otra característica que creemos necesaria en las zapatillas de correr: El Retorno de Energía. Veremos también cómo nos aporta más inestabilidad y pérdida de control, lo que nos acercará con más facilidad a las lesiones.