Tengo claro que la vida y el deporte es mejor vivirla en el presente, hoy, ahora mismo. Con poca planificación y nada militar. No sabemos las ganas que tendremos mañana, así que mejor, que sea ya y decidamos hoy: ahora o nunca, pese a las adversidades.
A raíz de varios comentarios en las redes, sobre hitos en maratones descalzas, me entró la curiosidad se saber adonde podía llegar en una maratón sin zapatillas. Eché un vistazo al calendario de carreras y encontré esta joya d’Empúries. Lo tiene todo: Lugar digno de visitar, evento y reunión descalcista y minimalista con sus trofeos y distintas modalidades, entre ellas campeonato de maratón descalcista, en el puente de mayo, playa, entorno espectacular.. En fin, tenia que apuntarme, lo que no supuso demasiado esfuerzo.
A un mes vista, decidí entrenar un poco mas duro para no “morir” el día “d”. Como siempre, a mi bola, sin planes, haciendo un poco lo que me apetece, por su puesto casi el 100% descalzo para endurecer plantas. Aumenté algo el kilometraje, doblando carreras en el fin de semana y haciendo mas sesiones de calidad, aunque sin tiradas de mas de 23-24km, ya que me reservaba la tirada larga para el propio día del maratón.

Así fué como, a una semana vista, aparecieron fuertes sobrecargas en los dos gemelos y sóleos, que no tenia desde cuando llevaba zapatillas, esto me recordó a las mismas sensaciones que las lesiones de entonces y empezaron mis miedos e inseguridades sobre como terminaría la maratón. Estaba convencido de que seguramente terminaría lesionado, pero aún así no me daría por vencido. Si tengo miedo, el miedo se viene conmigo, pero el miedo no me quita esta maratón, solo una lesión de verdad tiene derecho a eso.
La estrategia de la última semana fue la de recuperar todo lo que pudiese a base de automasajes, sauna, alimentación, ayunos, antiinflamatorios naturales y todo lo que se me podía pasar por la cabeza. Sabia que todo esto era mal asunto, sobretodo el estar tan pendiente y obsesionado en el asunto, pero no lo podía evitar, las malas sensaciones en las piernas estaban ahí.

Traté de “rodar” suave algún día pero esto solo parecía empeorar las cosas… Seria que mi cuerpo me enviaba señales de dolor para protegerme y resguardarme, sabiendo lo que le venia encima. Pues gracias cuerpo, pero no tengas miedo, confía en mi, tu puedes.
Estaba inscrito a la carrera de 5k del día anterior, que seria una gran excusa para reunirme con los descalcistas y minimalistas, los que muchos acudieron el día antes, pero era tal la negatividad que llevaba encima que me “rajé”, así pues, recogí el dorsal casi a escondidas, un par de anchoas riquísimas, y a paseo. Tampoco quería transmitir mi “negatividad” a nadie. Una pena por mi parte, pero espero compensarlo en próximas ediciones, jeje.
Llega pues el día esperado, un poco forzado, por un lado con mas ilusión que nunca por formar parte de un evento descomunal como este y por otro con algo de fustración por no encontrarme tan “fino” como un par de meses atrás. Creo que si no hubiese hecho ningún entrenamiento “extra” hubiese llegado, al menos, con mas alegría y sin molestias.
Al lio.
Llegué al parking de las ruinas d’Empuries y me descalcé. Empecé a rodar muy suave para escuchar poco a poco lo que decían los gemelos. Yo no se si fueron de los ancestros Griegos o Romanos que vivieron allí, que a través del contacto de los pies con la tierra, debieron transmitirme su energía. Para mi sorpresa, sentía que mis piernas flotaban, y funcionaban con ganas. Seguía notando algo de molestia pero me la soplaba. Las molestias estaban invitadas a venirse conmigo si querían, aunque ni eso, porque al primer kilometro, ya ni rastro, mis preocupaciones eran otras, dando prioridad el reto que tenia por delante: Terminar la maratón descalzo a mi máximo nivel posible.
Después de hacerme hueco al primer km, empecé a correr a mis anchas, y como nunca. Con una facilidad pasmosa que ni en mis mejores sueños, descalzo, adelantando mucha gente de la salida conjunta entre la media y la entera, fui cazando grupitos de gente muy maja, a los que muy a pesar mío, tenia que ir dejando atrás porque las piernas iban incluso delante del cuerpo. Fueron cayendo los kilómetros con una sensación de trote suave, ligero y fluido, pero a una velocidad de 4:05/km, parecía mentira después de una semana tan penosa muscularmente.
Allá por el 24 empezó una lluvia torrencial. Bendita sea, es lo mejor que le puede pasar a un descalcista en una maratón: refrigeración liquida ante el recalentón por abrasión de las plantas y además, hidratación, puesto que al estar mojado, el cuerpo no necesita sudar tanto, seguramente ahorrando sales minerales.
Ya llegó un punto allá por el km30, que me quede solo, la gente que adelantaba eran de otras pruebas simultáneas de la media o la 10k, me relajé un poco bajando el ritmo a unos 4:10 ya que tampoco me iba la vida en ello, sin nadie a la vista “a quien coger” y ya podía darme mas que satisfecho por el rendimiento que estaba teniendo y me dije, sin florituras y a disfrutar.
Es entonces cuando por fin, fui absorbido por un grupo que venia desde atrás, pues nada, por efecto inercia me fuí con ellos. Era un gusto chapotear por los charcos, ya no recordaba lo incómodo que era tratar de esquivarlos, como hacían el resto del grupo. Creo que gastaban mucha energía tratando de saltarlos o esquivarlos.

Allá por el 36 empezaron a descolgarse y de unos 6 o 7, quedamos 3, al ver el cartel del km38, y ver que todavía me encontraba entero me entró la neura competitiva, a buenas horas, pisé el acelerador, con ligera bajada, me metería en unos 3:45/km a estas alturas, en una mezcla entre euforia y locura, descalzo, cuesta abajo, pisando charcos y a grito pelao tipo monstruo gruñón y rugiendo, así como: “ggggrrrrrrrrrrrr!!!”, no me reconocía ni a mi mismo. En que coño estaría pensando? Que estaba en la recta final? Pues 4km de recta final!!!.
Nada, allá por el 40 ya sin fuerza pero aguantando un ritmo decente, me dieron alcance los 2 que había dejado atrás pero ya no tuvieron tiempo de sacarme mucho, jeje.

El trabajo estaba hecho y solo quedaba disfrutar esos últimos metros, tan emotivos, en meta, con toda la comunidad descalcista y minimalista que ya habían terminado sus pruebas, entre ellos el organizador y gracias!, Jordi Vizcaíno, o Jose Luis Diaz Flores, o Alberto, Paco Ruiz y Vero, y fueron llegando mas y mas, como Alberto Barefoot Bdn, Antonio Sanchez y como no, y que por su puesto, me quito el sombrero con el récord de Europa descalzo, conseguido por Esteve Olive Boix en 2:45, que ha puesto el listón muy alto, gracias a el, muchos de nosotros tendremos que mejorar un montón si queremos batir ese récord y eso es lo fantástico y lo bonito de un deporte, basado, entre otras fantásticas cosas, en la competencia sana: la que te hace mejorar. Sin rivales, solo un juego entre amigos.
Hace ya 7 años que empecé la andadura minimalista y descalcista, poniendo fin a un ciclo “amortiguado y maximalista” que duró 6 años, desde entonces ha sido como volver a nacer y a correr, pero sin las penurias del primer ciclo, y por supuesto, disfrutando muchísimo mas. En el fin del ciclo zapatillista, vino aquello de renovarse o morir, que en mi caso era: si no puedo correr, me retiro.
Descalzarme fué una buena decisión: Vaya si pude correr, el punto de inflexión hacia el descalcismo, derivó entre otras cosas, el pedazo carrerón que me pude marcar (a mi mismo) en Empuries, batiendo mi propia marca personal en asfalto homologado. Pero a diferencia de otras maratones calzado, en esta iba descalzo: La realidad supera la magia.